miércoles, 2 de febrero de 2011

Isla Soledad 3


Hoy amanecí en París. La calles lavadas a mano por la lluvia reflejaban la luz purísima, enorme y glauca como sus distancias, la gente iba más estirada que de costumbre con el sueño y el fin de semana pegados a los ojos. Parecía un desfile de insectos...Mantis Religiosas francesas camino de la guillotina. Un enorme escarabajo se guarecía de la lluvia en el portal donde había pasado la noche y su manta de periódicos rezumaba noticias del tiempo. La estanquera maquillada como una puerta, barría su casita, tralarálarita, contoneándose al paso de la carne de oficina. El chico de los periódicos, regalaba periódicos.
Aún están encendidas las luces de la Avenue des Champs Elysées, y se reflejan sobre el suelo empañado como si fueran millares de estrellas; la noche se agarra con fuerza a las farolas y a mi paso se van apagando, una tras otra, como si me las fuera tragando...hoy mi desayuno está lleno de energía.
Me siento como Caperucita dispuesta a tragarse al Lobo Feroz, saltando de charco en charco con mis katiuskas nuevas, salpicando gotas y ranas a mi alrededor, los días de lluvia...ah...los días mágicos de lluvia, el aire limpio y fresco, recién llegado de confesarse me besa los ojos, los labios y la cara, para quitarme las estrellas que se quedaron prendidas, aparece la llovizna cómplice, pero cuanto más insisten en quitármelas, más brillan; ilumino la calle, el día y, cuando llegue, también la noche.
 De todas partes brota el trino de Edith... Quand Il Me Prend Dans Ses Bras, Il Me Parle Tout Bas  Je Vois La Vie En Rose... Ahora soy Caperucita Rosa y destrozo la letra de la canción porque sólo me sé esa estrofa, no entiendo por qué se inventaron los paraguas, esos buitres portátiles que sólo adornan en los cementerios de película de Bogart. Aquella película, la Condesa descalza...los paraguas y la despedida de una mujer desdichada, llanto y lluvia sobre los pies del animal más bello del mundo. Voy soñando con ella hasta llegar al teatro Olympia, a mis pies se despliega una alfombra roja como la lengua de un lagarto, la pisoteo y arrastro los pies perezosamente al subir los escalones...escalo el Everest...comienza el trabajo.

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